Estas navidades están siendo muy fructíferas por lo que respecta a la recién germinada y nacida en mi inspiración bloguera. Escribo esta entrada sin manuales a mano, así que no puedo documentarme mejor, razón por la cual me excuso.
Cuando antes de partir de viaje navideño publiqué en mi perfil de Facebook una versión modificada del crismas fonético del año pasado reproducido abajo, una amiga y ex-compañera de trabajo, profesora de inglés gallega no tardó en lanzar una semicrítica hacia mi versión de la transcripción en castellano afirmando que discrepaba con la fricativa que utilicé al final de “Navidad” tachando, no sin razón, la pronunciación que representaba de madrileña.
Cuando antes de partir de viaje navideño publiqué en mi perfil de Facebook una versión modificada del crismas fonético del año pasado reproducido abajo, una amiga y ex-compañera de trabajo, profesora de inglés gallega no tardó en lanzar una semicrítica hacia mi versión de la transcripción en castellano afirmando que discrepaba con la fricativa que utilicé al final de “Navidad” tachando, no sin razón, la pronunciación que representaba de madrileña.
Es sabido que el uso del sonido fricativo interdental sordo en posición final en lugar de una versión debilitada/desaparecida del fonema sonoro es uno de los rasgos distintivos del habla de la Villa. Este estereotipo forma parte de la imagen de la capital hasta tal punto que el nombre de la misma se transcribe, humorísticamente o no, con la grafía Madriz (existe hasta una revista llamada Es Madrid No Madriz cuyo blog podéis consultar aquí y otras marcas también la explotan). A raíz de lo sucedido, me he planteado dos preguntas:
- ¿Cuál es la verdadera naturaleza del fenómeno lingüísticamente hablando? ¿Es de verdad tan por antonomasia madrileño este fenómeno? ¿Es algo nuevo?
- ¿Por qué despierta tanto sentimiento negativo en algunos sectores de la población?
La respuesta a la pregunta número 1 parece fácil: no, no es típicamente madrileño ni mucho menos, pues está mucho más extendido en los dialectos norteños. De hecho, hay quien pronuncia y escribe "Valladoliz" (vide Madrid) y el ex-presidente Zapatero (siendo leonés) pronuncia, como puede comprobarse en este vídeo, “verdad”, “Valladolid” con una marcada “zeta” final, lo cual ha sido motivo de burla de parte de algunos.
“Y la /d/ tomaba un sonido asibilado que ora se escribía con d (poridad, verdad, sabed), ora con t (poridat, verdat, sabet) y a veces con th (abbath, Uith ‘vid’) y z (liz por ‘lid’ en Berceo): probablemente era el de la [θ] que el castellano vulgar de hoy pronuncia en saluz, Madrid, azmitir.”
(R. Lapesa (1981). Historia de la lengua española. Madrid: Gredos. P. 208)
Alófonos de /d/
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ejemplos
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[d] posición inicial, tras /l/ y /n/
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Diego /’djeɣo/
alcalde
/al’kalde/
duende
/’dwende/
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[ð] otras posiciones
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dedo /’deðo/
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Partiendo de lo dice el Diccionario Panhispánico de Dudas sobre la /d/ final:
“También es extremadamente débil la pronunciación de la /d/ final de palabra, que en el habla poco esmerada de algunas zonas de España tiende a perderse: *[madrí, usté, berdá], por Madrid, usted, verdad; en realidad, en la pronunciación normal se articula una /d/ final muy relajada, apenas perceptible. En zonas del centro de España, algunos hablantes cambian por /z/ el sonido /d/ en final de sílaba o de palabra, pronunciación que debe evitarse en el habla esmerada: *[azkirír] por adquirir, *[birtúz] por virtud. Entre hablantes catalanes es frecuente pronunciar la /d/ final como una /t/, por influjo del catalán: *[berdát] por verdad.”
obtenemos varias opciones: 1) la pérdida; 2) la pronunciación de la /d/ muy debilitada, un mero amago articulatorio sin apenas perceptibilidad fonética [ð]; 3) la [θ] y la 4) [t]. Mientras que la última opción probablemente sea la menos extendida y la más estigmatizada como no propia del castellano, las tres primeras se inscriben perfectamente en el sistema. Así, hay gente que insiste en que se debería pronunciar (y que ellos pronuncian) una /d/ (opción 2), sin embargo, una [d] oclusiva sonora en el fondo sería inviable y una [ð] también dificultosa por una serie de razones. Entre los numerosos procesos que ocurren en la coda silábica en castellano (una posición bastante débil, existiendo en español una marcada tendencia a la estructura silábica CV [ka.ka]]) hay una regla que reza que las consonantes oclusivas sonoras se vuelven sordas en posición final de palabra dando formas como “pub” [paf].
Se permiten en posición final de sílaba/palabra en castellano los fonemas /l/, /r/, /n/, /s/, /θ/ (que sufren una serie de procesos dialectales) y el dichoso /d/. Sin embaro, la /d/ se desarrolló en castellano mediante la sonorización de la /t/ latina en tiempos anteriores a la desaparición de la –e final después de dicha consonante ("virtude-virtud"; "Madride" también es una forma registrada, por ejemplo, en el CORDE, aunque los orígenes y el desdarrollo del nombre probablemente sea tema para otra entrada íntegra). Dicha desaparición dejó a la pobre /d/ como única oclusiva (además sonora) en un lugar fonológicamente poco oportuno y es comprensible que la lengua busque soluciones para normalizar y “arreglar” el sistema. Esta búsqueda nos brinda el abanico de opciones desde la pérdida, pasando por debilitacion al hasta la [θ] (sustitución por el sonido más idóneo por ser el equivalente sordo de una de las realizaciones alófonicas del fonema /d/, a saber, [ð] (sonido fricativo/aproximante interdental sonoro).
Curiosamente, si consultamos este mapa basado en el ALPI (Atlas Lingüístico de la Península Ibérica), parece que es la elisión la que más extendida está, aunque no nos deberíamos fiar excesivamente de estas isoglosas porque no distinguen realizaciones sordas de las sonoras e indica que en Madrid la -d se elide, lo cual, como bien es sabido, no es forzosamente cierto.
Dicho todo esto, hay que puntualizar que el fonema /d/ seguido de vocal, p.ej. "de Madrid al cielo", es un entorno muy propicio para discernir qué es lo que uno verdaderamente tiene como fonema allí. En todo caso, si se precisan más datos, en este enlace hay un recorrido bastante completo por las vicisitues de la –d final.
Pronunciaciones de la -d final
Ya a modo de anécdota, todo esto me recuerda 2 cosas: por un lado, las pronunciaciones de mis alumnos, quienes dicen *[dox] por [dɒg] (*[dok] /*[dog]) o [bix] por [bɪg] (*[bik]); por otro, el descubrimiento personal de hace años cuando una profesora de una universidad madrileña me hizo reflexionar mucho gracias a sus pronunciaciones (castellanas septentrionales) de los finales de sílaba en palabras como pragmático o digno, donde no sólo se desonorizaba la consonante, sino también se fricatizaba dando realizaciones como [dixno] o [prax’matiko]. Y desde entonces ha florecido mi fascinación por la complejidad de lo que ocurre al final de la sílaba castellana.
Llegado hasta aquí, como un gran “fans” de todo lo madrileño, en respuesta a la cuestión numero dos, adoptaré, obviamente una postura defensora, puesto que yo mismo, en mi imperfecto castellano, pronuncio a menudo “verdad, Madrid, soledad” con [θ] y fue ese el motivo por el cual, a conciencia, opté por transcribir así la palabra “navidad”. No es una aberración o un error o un descuido. De hecho, entre todas las opciones 1-3 es la última la que más energía articulatoria requiere, una solución perfectamente sistémica y valiosa, como hemos visto. Dice Lapesa en Historia de la Lengua Española (1981: 478) que en los dialectos septentrionales: “la dicción cuidadosa [...] rehúye Valladolí, salú, bondá.”
No tengo osadía suficiente en el fondo para contestar la segunda pregunta. ¿Por qué, por ejemplo, es aceptado el leísmo sólo en uno de los casos siguientes?
Para que una forma se considere estándar y de prestigio se tienen que conjugar una serie de factores actitudinales, políticos y de otra índole, factores no perinentes y poco interesantes desde el punto de vista lingüístico. Madrid es la capital, con todo lo que conlleva para lo bueno y para lo malo.
Resumiendo, las razones para reivindicar la realización [θ] del fonema /d/ final son:
Ya a modo de anécdota, todo esto me recuerda 2 cosas: por un lado, las pronunciaciones de mis alumnos, quienes dicen *[dox] por [dɒg] (*[dok] /*[dog]) o [bix] por [bɪg] (*[bik]); por otro, el descubrimiento personal de hace años cuando una profesora de una universidad madrileña me hizo reflexionar mucho gracias a sus pronunciaciones (castellanas septentrionales) de los finales de sílaba en palabras como pragmático o digno, donde no sólo se desonorizaba la consonante, sino también se fricatizaba dando realizaciones como [dixno] o [prax’matiko]. Y desde entonces ha florecido mi fascinación por la complejidad de lo que ocurre al final de la sílaba castellana.
Llegado hasta aquí, como un gran “fans” de todo lo madrileño, en respuesta a la cuestión numero dos, adoptaré, obviamente una postura defensora, puesto que yo mismo, en mi imperfecto castellano, pronuncio a menudo “verdad, Madrid, soledad” con [θ] y fue ese el motivo por el cual, a conciencia, opté por transcribir así la palabra “navidad”. No es una aberración o un error o un descuido. De hecho, entre todas las opciones 1-3 es la última la que más energía articulatoria requiere, una solución perfectamente sistémica y valiosa, como hemos visto. Dice Lapesa en Historia de la Lengua Española (1981: 478) que en los dialectos septentrionales: “la dicción cuidadosa [...] rehúye Valladolí, salú, bondá.”
No tengo osadía suficiente en el fondo para contestar la segunda pregunta. ¿Por qué, por ejemplo, es aceptado el leísmo sólo en uno de los casos siguientes?
- A Pedro le quiero mucho.
- ?A tu madre le vi ayer
- ?Coge el vaso y pásamele.
Para que una forma se considere estándar y de prestigio se tienen que conjugar una serie de factores actitudinales, políticos y de otra índole, factores no perinentes y poco interesantes desde el punto de vista lingüístico. Madrid es la capital, con todo lo que conlleva para lo bueno y para lo malo.
Resumiendo, las razones para reivindicar la realización [θ] del fonema /d/ final son:
- No es hábitat natural del fonema /d/ la posición final de palabra;
- La "zeta" tiene sentido dentro del sistema;
- No es un descuido;
- La zona donde ha triunfado es un mucho más amplia que Madrid;
- Le confiere un colorido especial a la variedad castellana septentrional;
- La "zeta" mola mazo.