Escribo hoy en un tono un burlón
simplón sin afán de ejecutar ni un esbozo de los fenómenos aludidos. Con
curiosidad observo la autoproclamada lucha ciudadana contra ciertas muestras de
un “mal” o “incorrecto” empleo de la lengua. Esta vez, fascinado por el
encantador ingenio del lenguaje de los niños (¿sólo?) coleccionistas de cromos
con sus “siles” y “noles”, he emprendido una pequeña investigación online
acerca de estas formulaciones. Para los no avezados, dícese “sile” por “sí, le tengo”
y “nole” por “no le tengo” sobre todo en el intercambio de cromos de futbolistas,
junto con otras formas como “sipi”, “nopi”, “tengui” o “falti”, “repe” por “repetido”. Esa forma de entretenimiento y procrastinación infantil a la que todos hemos sucumbido en algún momento de algún modo u otro. Los nostálgicos cromáticos han llegado a crear un grupo en el Facebook (Yo también coleccionaba cromos y decía sile, nole, sile, nole) para perpetuar si ya no el afán coleccionista, por lo menos el de afiliación procrastinadora. Un grupo del que con placer me hecho miembro.
Pero regresemos a los entrañables “siles” y “noles”. En algunos foros de internet que he consultado (aquí o aquí), me he topado con comentarios acerca de un aberrante “leísmo” presente en “sile” y “nole”, comentarios que iban de una meras constataciones a afirmaciones rebosantes de bilis. Parece que los “-ísmos” se han convertido en etiquetas denigrantes con las que tachar a hablantes cuya lengua presenta ciertas deficiencias. Algunos hablan incluso de un acto autoflagelación y una posterior autocorrecion al tomar conciencia de que estaban cometiendo un "error" tan estigmatizado.
Pero regresemos a los entrañables “siles” y “noles”. En algunos foros de internet que he consultado (aquí o aquí), me he topado con comentarios acerca de un aberrante “leísmo” presente en “sile” y “nole”, comentarios que iban de una meras constataciones a afirmaciones rebosantes de bilis. Parece que los “-ísmos” se han convertido en etiquetas denigrantes con las que tachar a hablantes cuya lengua presenta ciertas deficiencias. Algunos hablan incluso de un acto autoflagelación y una posterior autocorrecion al tomar conciencia de que estaban cometiendo un "error" tan estigmatizado.
Pero ¿qué es lo que pasa exactamente con
el leísmo en este caso particular? Antes de adentrarme en elucubraciones de
índole lingüística, me cabe recalcar que ni el leísmo, ni el laísmo, ni el
loísmo pueden ser considerados “incorrectos” sensu stricto, puesto que obedecen
a sus propias reglas en los dialectos que los emplean y, por lo tanto, no son
formas agramaticales. Se pueden considerar agramaticales sólo las estructuras
que no pertenecen a la competencia lingüística de los hablantes. Lo que sucede es
que el loísmo y el laísmo no forman parte del estándar panhispánico y el leísmo sólo se admite en algunos casos en el estándar peninsular. Podría decirse,
entonces, que son correctos en los dialectos que los emplean, pero inapropiados
desde el punto de vista del estándar europeo. (Se llaman “referenciales” los sistemas pronominales donde el uso de los pronombres átonos se rige por el tipo de referente y no por la distinción de caso (acusativo/dativo:objeto directo/indirecto); vide las fuentes). Es más, estigmatizar a los hablantes por el uso de ciertas formas lingüísticas es una forma de discriminación comparable con el racismo, como bien constatan Andersson y Trudgill (1990), matizando que el dominio del estándar es una habilidad imprescindible para el éxito social, escolar y profesional en los tiempos que corren.
Ahora, dejando de lado el laísmo
y el loísmo, quería defender y divulgar
la tesis de que “sile” y “nole” se inscriben perfectamente en el estándar
peninsular según el cual se admite el leísmo masculino de persona.
Así se dice y acepta:
A mi hermano lo/le vi ayer.
Pero sólo:
El coche lo he metido en el garaje.
La autoridades, sin ninguna causa
estructural aparente, desaconsejan el leísmo plural.
A mis hermanos los/?les vi hace un mes.
Uno de los argumentos en contra
de “Sile” y “nole” como formas estándares podría ser el hecho de que se refieran a cromos, por tanto, objetos. Pero parece mucho más plausible que estemos ante un caso de metonimia mediante la cual el cromo en el fondo representa a su protagonista,
quien es el verdadero referente del pronombre. En efecto, como hemos mencionado arriba, el leísmo masculino
animado singular se atiene al estándar, sino que también forma parte de la
norma culta y prestigiosa peninsular según la cual es casi preferente decir: “Le vi (al
profesor)” que “Lo vi (al profesor)”. Es esa norma culta la que aceptan o imitan con frecuencia los hablantes de otros dialectos que normalmente distinguen el dativo del acusativo. “Sile” y “nole”, por tanto, representan la
variedad más prestigiosa del castellano peninsular.
En vista de lo dicho, cabría distinguir entre lo
que es incorrecto (agramatical) de lo que sencillamente no se adhiere al
estándar y, por lo tanto, puede estar socialmente mal visto sin una incorrección inherente. Los errores como tales se dan cuando un hablante no cumple con las reglas que siguen las reglas de los demás hablantes de su variedad, pero no cuando coherentemente emplea las reglas de su dialecto. Y no nos olvidemos de que el estándar es un dialecto también. Lo que le diferencia es el prestigio social sin que sea intrínsecamente mejor o peor. Curiosamente, lingüísticamente hablando, el sistema estándar peninsular es poco coherente, porque distingue entre el acusativo y dativo, salvo en el caso de entes masculinos animados (vamos, hombres, perros y elefantes) donde sí se ha rendido al uso de los hablantes cultos propagado durante siglos y con una amplia presencia en los clásicos de la literatura española.
Andersson L. y P. Trudgill (1990). "Bad Language". London: Penguin.
Fernández Ordóñez, I. (1999): “Leísmo, laísmo y loísmo” en Gramática Descriptiva de la Lengua Española. Madrid: Espasa.
http://www.fundeu.es/
http://lema.rae.es/dpd/
Fernández Ordóñez, I. (1999): “Leísmo, laísmo y loísmo” en Gramática Descriptiva de la Lengua Española. Madrid: Espasa.
http://www.fundeu.es/
http://lema.rae.es/dpd/
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